Con la mente en el juego: salud mental en el deporte
- Claudio Fernandez Arbes
- 4 ago
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Este artículo es un fragmento de mi presentación realizada para el Comité Olímpico Uruguayo, en el ciclo de charlas del mismo nombre.
El Comité Olímpico Internacional (COI) estima que más del 50% de los atletas atraviesan, en algún momento de su carrera, síntomas y trastornos de salud mental. Además, uno de cada seis atletas declara haber tenido ideas suicidas. (Fuente: COI, 2024)
En otro estudio encontramos que el suicidio es la segunda causa de muerte entre los atletas universitarios de Estados Unidos. Esta cifra se ha duplicado respecto a un estudio similar realizado veinte años atrás. (Fuente: British Journal of Sports Medicine, 2024)
Muchas veces estos temas permanecen ocultos por la cultura del silencio y la cultura de la exigencia. Es importante visibilizarlos y generar una transformación cultural: cuidar la salud mental no es un obstáculo para el alto rendimiento, sino el camino para sostenerlo en el tiempo. Un atleta mentalmente sano puede lograr una mayor concentración, recuperarse más rápido y tomar decisiones de mejor calidad.
Para lograrlo, primero necesitamos tener conceptos claros y compartirlos. En Uruguay, muchas veces se habla de que “ese jugador está mal de la cabeza” o que “ese atleta necesita ayuda psicológica”, sin abordar los conceptos con claridad, y utilizando como sinónimos palabras que representan problemáticas muy distintas.
Para el COI, la salud mental es “un estado de bienestar personal y subjetivo, en el que un individuo es consciente de sus propias habilidades, puede hacer frente a las tensiones habituales de la vida, puede trabajar de manera productiva y es capaz de contribuir a su entorno”. (COI, 2024)
Es importante tener presente que la salud mental es un estado continuo y dinámico, que desafía los términos absolutos. Todas las personas fluctúan en un amplio espectro entre salud y enfermedad plenas, y difícilmente se alcanzan los extremos. Una persona saludable mentalmente va a experimentar periodos en los que manifiesta algún síntoma o trastorno; y de la misma manera, una persona con una enfermedad mental crónica diagnosticada va a experimentar periodos de recuperación en los que goza de buena salud mental y puede disfrutar de la vida.
Si bien los deportistas no deben ignorar ningún malestar, no todo malestar merece una etiqueta. Siempre es necesario identificar si se trata de un síntoma pasajero, un síndrome adaptativo o un trastorno clínico, para poder darle una respuesta adecuada.
En la siguiente tabla, vemos las diferencias entre síndrome, trastorno y enfermedad, con un ejemplo de cada tipo de problemática:
Concepto | Definición breve | Ejemplo | Tratamiento clínico |
Síndrome | Conjunto de síntomas que aparecen juntos. | Burnout | No siempre. Puede abordarse con acompañamiento psicológico y cambios en el entorno. |
Trastorno | Cuadro clínico con síntomas persistentes y criterios diagnósticos definidos. | Trastorno de ansiedad | Sí. Requiere intervención psicológica y posiblemente psiquiátrica. |
Enfermedad | Alteración médica o psicológica significativa, con impacto funcional. | Depresión mayor | Sí. Implica seguimiento clínico, psicoterapia y apoyo interdisciplinario. |
Fuente: elaboración propia.
Además de conocer y tener presentes las definiciones y diferencias entre los distintos conceptos, también es importante conocer los factores que favorecen la aparición de esas problemáticas, así como aquellos que pueden prevenirlas y reducir su impacto.
Factores de riesgo
Se trata de elementos, características y circunstancias que facilitan o favorecen la aparición y desarrollo de problemáticas de salud mental en las personas. Los factores de riesgo pueden ser ambientales (del entorno o los vínculos), intrapersonales o propios de la competencia.
Entre los más comunes aparecen:
1- Cultura de la exigencia: tener que rendir siempre, alcanzar la perfección, sin margen para el error, el entretenimiento, ni el descanso apropiado.
2- Presión mediática, familiar o institucional: expectativas externas que generan ansiedad y miedo.
3- Metas poco realistas: objetivos alejados de las capacidades reales actuales. A veces son autoimpuestos, y otras veces son forzados por entrenadores, dirigentes o instituciones.
4- Cultura del silencio: tener que callar lo que nos pasa por miedo a ser visto como “débil”, “poco profesional” o “menos competitivo”.
5- Falta de educación emocional: dificultad para reconocer, expresar y gestionar emociones.
6- Falta de espacios de escucha: no hay donde expresar cómo me siento y donde se valide mi sufrimiento.
7- Etapas críticas: situaciones propias de la vida deportiva como lesiones, selecciones, retiros, transiciones entre categorías o clubes.
8- Falta de acceso a personal especializado: ya sea por barreras económicas o de cultura organizacional, donde no se percibe esta necesidad o se la considera poco significativa.
9- Incertidumbre económica: frustración ante la falta de oportunidades, como no poder competir por falta de apoyo, así como el tener que enfrentar una falta de estabilidad o incapacidad de planificar la vida a mediano y largo plazo. Necesidad y frustración de tener que trabajar en otras cosas como complemento.
10- Acontecimientos vitales estresantes: propios de la vida extra deportiva, como pueden ser los cambios de trabajo, duelos, mudanzas, y conflictos en las relaciones personales.
Factores protectores y preventivos
Contrario a los factores de riesgo, los factores preventivos y protectores tienden a generar un entorno seguro para el deportista, donde las problemáticas de salud mental suelen ser detectadas con tiempo y reduciendo su impacto.
Los más importantes son:
1- Normalizar el diálogo sobre salud mental: generar un cambio cultural en el que hablar de lo que nos pasa sea considerado parte del entrenamiento y la preparación para la competencia.
2- Formar a entrenadores, dirigentes y familias: especialmente en habilidades de comunicación y contención, para que puedan estar atentos a las señales de alerta y puedan ejercer sus roles correspondientes de la mejor manera.
3- Elaborar protocolos claros: para identificar señales de alerta y gestionar las crisis. Estos protocolos deben incluir un análisis de los posibles escenarios, las respuestas a cada uno, así como las formas de comunicación y derivación a profesionales.
4- Promover entornos psicológicamente seguros: donde se pueda hablar sin miedo a represalias, ni a ser juzgado.
5- Crear espacios de descarga emocional: que sean de fácil acceso, ya sea entre pares, con referentes o con el psicólogo.
6- Incluir al psicólogo en el equipo técnico: no como recurso de emergencia, sino como figura activa e integrada a la rutina y sistematización de los entrenamientos, evaluaciones y preparación para la competencia.
7- Reforzar el desarrollo de la identidad personal: fomentar el autoconocimiento, la reflexión y el sentimiento de autonomía.
8- Mantener un equilibrio con la vida privada: ayudar al atleta a construir relaciones positivas, distribuir el tiempo entre vida privada y la actividad deportiva.
En el próximo artículo haremos un recorrido por las principales problemáticas de salud mental en atletas, sus síntomas más comunes y las señales de alerta que podemos identificar para actuar a tiempo.





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